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Buscador · Informe de cuentos · «Los niños expósitos »

Título: «Los niños expósitos»
Variantes del título:
Autor: Ros de Olano, Antonio - ()
Revistas: El Mundo Pintoresco, II, 46 (13 de noviembre de 1859), pp. 367-368.
El Pensamiento, I, - (1841), pp. 15-18.
Volúmenes:
Variantes: Sin variantes.

Resumen: A punto de dar fin a su partida de caza, y con el peso del cansancio pidiéndole descanso, un cazador ve exaltado su espíritu con la aparición de un niño «intonso y desgreñado, demacrado de cuerpo» y «desnudo de pies y piernas, que le pide limosna. Después de un breve diálogo entre ambos, a través del cual se reaviva en el hombre su sentimiento bondadoso y su solidaridad con la pobreza y la orfandad, este cae en un profundo sueño en el que él mismo, entre la turbación y el desasosiego, se convierte en testigo de una escena sin parangón. Ante sus ojos, aparece un sombrío lugar semejante a un templo «que repetía el eco de mil lamentos que se oían; altísimas paredes gironadas de telarañas acotaban el suelo y sustentaban aquella techumbre eminente, en cuyo centro veíase pintado y en actitud veladora el Ojo del Eterno».


La visión de este espacio da paso a un cuadro de pesadilla en el que una multitud de niños expósitos, recién nacidos unos, cadáveres o agonizantes otros, claman con ayes doloridos la realidad de su abandono. La aparición de una bella matrona, a la que relumbran en las cuencas de los ojos «dos tizones encendidos», exalta el ánimo filial de toda la plétora de hambrientos expósitos. En un trance desesperado y ante los ojos atónitos del narrador testigo, la mujer busca con denuedo a su hijo, al que por fin encuentra en estado agonizante. Sus esfuerzos por alimentarle y devolverle a la vida resultan del todo vanos, ya que sus pechos «habíansele gastado entre las manos del mancebo». La muerte del niño es el preludio de la aparición intempestiva del cadáver resurrecto del padre quien, prendiendo por los cabellos a la madre, la arrastra consigo hasta el fondo de la tumba para comparecer ante el tribunal de Dios. Tras una fervorosa súplica al Altísimo por parte de los expósitos y la consiguiente dádiva protectora de la divinidad, «entonces el ojo de la providencia que velaba en la altísima techumbre, rodó benignamente la luminosa pupila de sus criaturas, y los niños descansando en la fe de sus instintos quedáronse dormidos». En este preciso momento —«mi perro de caza había vuelto ya de apagar su sed y me lamía el rostro»—, el  cazador despierta sobresaltado de su sueño.

Temas, motivos y tipos: Orfandad. Expósitos. Pobreza. Sueño alegórico. Maternidad. Providencia cristiana. Padres que abandonan a sus hijos. Castigo.
Aspectos formales: El punto de vista del relato nos llega a través de la voz de un narrador testigo que oficia por partida doble: en el estado de vigilia y en el interior del sueño. Esta doble función marca asimismo las relaciones entre espacio y tiempo, siendo la representación onírica, a modo de narración enmarcada, la alegoría misma de la problemática planteada en el estado de vigilia. La acción transcurre de forma lineal, con el sueño como hiato temporal en el centro de la historia. Con un marcado equilibrio entre voz narrativa y diálogos, cabe notar la utilización del verso para la voz divina y el discurso coral para la de los expósitos.

Sección:
Observaciones: Este relato apareció por primera vez en la revista El Pensamiento (I, Madrid, 1841, pp. 15-18). La versión de El Mundo Pintoresco no presenta variantes. Conviene observar que «Los niños expósitos» es una historia basada en «El ensueño de San Pablo», artículo publicado por Félix Espínola en la revista El Iris (28 de marzo de 1841) y que, en rigor, viene a ser asimismo un resumen incompleto del conocido relato de Jean Paul Richter «Desde lo alto del edificio del mundo. Cristo, muerto, proclama que Dios no existe». Del texto de Espínola, que no es traducción del alemán y sí versión de «Un songe de Jean Paul», publicado por Mme. de Staël en De l’Allemagne (1814), extrajo Ros de Olano lo esencial de su relato.

Clasificación genérica: Alegórico. Moral.

Jaume Pont

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