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Buscador · Informe de cuentos · «El lago de Carucedo. Tradición popular »

Título: «El lago de Carucedo. Tradición popular»
Variantes del título:
Autor: Gil y Carrasco, Enrique - (Gil y Carrasco, Enrique)
Revistas: Semanario Pintoresco Español, -, 29, 30, 31, 32 (19 de julio de 1840; 26 de julio de 1840; 2 de agosto de 1840; 9 de agosto de 1840), pp. 228-229, 235-239, 242-247, 249-255.
Volúmenes:
Variantes:
Resumen: Una tarde serena de finales de marzo, un viajero sin nombre regresa a su lugar de origen en los confines del Bierzo cruzando el lago de Carucedo. El barquero que lo acompaña le muestra las ruinas de un convento sumergido en las aguas. Instado a narrar el suceso, el lugareño cuenta que un pecado fue la causa del fenómeno y que en su casa conserva un memorial que le dejó un cura tío suyo en el que se expone el caso con detalle. El viajero se hace con el memorial, pule el estilo eliminando el fárrago escolástico y lo da al autor para que lo publique.


El manuscrito narra una historia del siglo XV: los trágicos amores de Salvador y María, dos jóvenes que crecen ignorantes de sus orígenes en la aldea de Villarrondo, en aquella parte del lago de Carucedo sometida al señorío y jurisdicción del abad del convento de San Mauro, entonces el venerable y evangélico Veremundo Osorio. De muy niño, Salvador había sido entregado a la custodia de los monjes de ese monasterio, donde fue enseguida prohijado por el abad Veremundo, en cuyo poder obra un misterioso papel sobre el secreto del nacimiento del muchacho. Salvador manifiesta muy pronto grandes dotes para las armas, un ánimo noble y un temperamento melancólico y atormentado, que lo predispone a amar apasionadamente. También María había llegado de niña al lugar de forma misteriosa, acompañada por Úrsula, una anciana que le hacía de madre. María fue enseguida una joven de nobles prendas y gran belleza ocupada en apacentar su rebaño.


El amor de los jóvenes va a verse pronto amenazado por un tercero: don Álvaro de Rebolledo, castellano de la fortaleza de Cornatel, en la orilla del lago, noble que pertenece al partido del poderoso conde de Lemus, señor de Ponferrada. Don Álvaro quiere hacer suya a María. Salvador, desesperado, acude al abad Osorio, quien trata de terciar en el negocio sosegando a las mujeres y visitando infructuosamente al señor de Cornatel, al que Salvador mata poco después cuando lo sorprende intentando forzar a María.


Se inicia entonces la larga separación de los amantes. Úrsula y María, aterrorizadas, abandonan la región sin dejar rastro y las pesquisas del abad resultan infructuosas. Salvador, que ha de huir de la justicia, se une a los hombres de armas de Carracedo que van a juntarse con las fuerzas de los Reyes Católicos para participar en la reconquista de Granada.


A pesar de la profunda melancolía que lo embarga, Salvador destacará en los principales hechos de armas y protagonizará una fulgurante y honrosa carrera militar por la que conquistará la nobleza. Tras la toma de Alhama, es armado caballero por el duque de Cádiz y el de Medina Sidonia y se vuelve inseparable del maestre de Calatrava, Rodrigo Téllez Girón, a quien ayuda a morir en el cerco de Loja. En su lecho de muerte, el maestre encomienda a Salvador a don Gutierre de Padilla, clavero mayor de la orden de Calatrava, a la que va a quedar definitivamente vinculado.


Una tarde, en el cerco de Granada, cuando los Reyes Católicos han ordenado ya la edificación de Santa Fe, Salvador cae en una emboscada y es socorrido por un estrafalario y visionario caballero cristiano que cita constantemente la Biblia y que dice llamarse Cristóbal Colón. Los Reyes reconquistan Granada al tiempo que Salvador recibe una carta del abad Osorio rogándole que dé a María definitivamente por perdida. Desesperado, Salvador, que ha intuido desde el principio la grandeza de las visiones del navegante, secunda sus planes y el 3 de agosto de 1492 embarca en Palos de Moguer rumbo al Nuevo Mundo por descubrir. Amigo inseparable y leal a Colón hasta el final, defenderá más tarde su partido frente al de Francisco de Bobadilla, representante de la autoridad real en La Española.


Salvador regresa al Bierzo en la primavera de 1493 para tomar los hábitos y a tiempo de acompañar a Fray Veremundo Osorio, cenobita en el apodado «retiro del abad» en la Hondonada del Naranco, que en su lecho de muerte le revela que es el hijo ilegítimo de don Pedro Téllez Girón. Salvador es, por tanto, hermanastro del maestre don Rodrigo Téllez Girón, su compañero de armas muerto en el cerco de Loja.


Salvador es elegido nuevo abad del monasterio de San Mauro y, en la quietud del claustro, como en sus primeros años, da muestras de nobleza de ánimo y tenebrosa melancolía y se vuelve devoto de la Virgen, que le recuerda a María. Un día que está solo junto a una fuente llamada de Diana, el nuevo abad se encuentra con una mujer vestida de blanco y coronada de flores que recita pasajes de Jeremías y del Libro de Job. Primero cree que se trata de una aparición, pero luego cae en la cuenta de que es María que, consumida por la locura, parece una Dolorosa. Salvador la lleva al convento y hace que le preparen un refugio en el «retiro del abad» en la Hondonada del Naranco, donde había muerto Veremundo Osorio.


El narrador interrumpe aquí el relato para revelarnos el secreto de los orígenes de María, que resulta hija de Alonso de Quirós, poderoso señor asturiano que se enemistó con sus deudos al contraer matrimonio desigual con Úrsula y murió de forma trágica en un duelo. Tras su muerte, Úrsula y María se habían refugiado en Carucedo, atraídas por la afamada virtud del abad Osorio. Tras la desgraciada muerte de don Álvaro de Rebolledo, ambas mujeres habían tratado de acogerse a la protección del monasterio de monjas bernardas de San Martín del Valle. Úrsula había fallecido al poco tiempo y María, a quien había llegado la falsa noticia de la muerte de Salvador, había tomado los hábitos poco después. Pero, aquejada de aguda melancolía, había perdido el juicio. Para que se repusiera, las monjas la habían mandado a reposar al Bierzo, a la feraz ribera de Bembibre. De allí había escapado María para volver al lugar donde conoció el amor. Así la había encontrado Salvador junto a la fuente de Diana.


En «el retiro del abad», María iba serenándose y parecía que poco a poco recobraba la razón. Salvador la visitaba asiduamente, acompañado de un monje. Un día llegan cartas de las monjas bernardas de San Martín del Valle, que llevan tiempo tratando de dar con el paradero de María. Salvador se compromete a devolverla, pero, dominado por la pasión, trata de darse a conocer a su amada, quien no reconoce en él a su antiguo enamorado hasta que este cambia los hábitos por su viejo atuendo de cazador. Entonces María se desmaya y Salvador la estrecha entre sus brazos al tiempo que la tierra, que ya ha dado signos de cataclismo, se estremece en un fuerte terremoto y una columna de agua arrastra a los amantes sacrílegos y anega el monasterio de San Mauro. Los monjes, que han huido al producirse los primeros temblores, contemplan desde una cima las torres de la iglesia emergiendo de las aguas, un hábito negro y otro blanco que flotan en el aire y un cisne que canta y emprende el vuelo.


La leyenda se cierra con un comentario irónico del autor que sostiene que, por bella que sea la historia, se trata únicamente de una conseja, pues no hay que atribuir al lago de Carucedo un origen distinto al de otros lagos.

Temas, motivos y tipos: Naturaleza. Viajero. Expósito. Origen desconocido. Melancolía. Amor trágico. Celos. Crimen. Viaje. Guerra. La Reconquista. Hermanos. Descubrimiento de América. Ermitaño. Mujer angelical. Locura amorosa. Sacrilegio. Castigo.
Aspectos formales: Narración dividida en tres partes insertadas en un marco y que se fundamenta en el recurso del manuscrito encontrado. Tres instancias narrativas intervienen en el texto: un primer narrador, un clérigo que ha puesto por escrito la leyenda del origen del lago de Carucedo; un segundo narrador, un viajero que ha reelaborado la historia, eliminando los rasgos escolásticos de la voz del sacerdote;  el autor, amigo del segundo narrador, que se limita a editar el texto adaptado. Domina la perspectiva omnisciente, desde la que se organiza una narración de desarrollo cronológico, muy teatral, con frecuentes retrospecciones, cambios de escenario y ramificaciones de la trama. La melancolía demoníaca del protagonista condiciona una historia en la que el tempo moroso de la contemplación contrasta con el dinamismo trepidante de las secuencias de acción.

Sección:
Observaciones: Tanto la introducción como las dos primeras partes van precedidas de un grabado, respectivamente el lago de Carucedo, el castillo de Cornatel y un caballero con armadura. La primera parte se cierra con otro grabado que representa al viajero que cruza el lago de Carucedo. Por lo dilatado de la materia narrativa y su falta de unidad, El lago de Carucedo está más cerca de la novela que del cuento. Algunas de las fuentes de la narración son bien conocidas: Doña Isabel de Solís de Martínez de la Rosa, el Don Álvaro del Duque de Rivas, Los mártires de Chateaubriand y La conquista de América de Washington Irving. Habría que insistir en la huella de I promessi sposi de Manzoni, sobre todo en la primera parte.

Clasificación genérica: Fundacional. Histórico. Legendario. Religioso.

Teresa Barjau

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