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Enrique Gil y Carrasco

 

Enrique Gil y Carrasco (1815-1846), periodista, poeta y novelista,  nació el 15 de julio de 1815 en Villafranca del Bierzo, donde su padre, don Juan Gil y Bas, era administrador de los Álvarez de Toledo, marqueses de Villafranca, y de la Colegiata. La familia Gil y Carrasco, de origen hidalgo, era absolutista y religiosa, lo que no fue obstáculo para que hiciera negocio en 1820 comprando una casa desamortizada por la revolución. La bonanza duró, sin embargo, muy poco. En 1821, al morir el Marqués, fueron descubiertas irregularidades contables en los libros de don Juan, que fue obligado a abandonar su puesto y tuvo que vender sus bienes para comprar el cargo de Administrador de las Rentas Reales de Ponferrada y poder hacer frente a las deudas contraídas con sus antiguos patronos. La infancia de Enrique estuvo, pues, marcada por la deshonra paterna y la penuria económica.

 

Enrique Gil estudió a lo largo de cinco años en el colegio de los padres Agustinos de Ponferrada. En 1828 prosiguió su educación en Espinareda y, de allí, pasó al seminario de Astorga, donde estudió filosofía hasta 1831. Entre 1832 y 1836 cursó Leyes en Valladolid. Su interés por la literatura, sobre todo por el teatro, se despertó entonces, vinculado ya seguramente a Joaquín del Pino, Miguel de los Santos Álvarez y José María de Ulloa, a quienes reencontraría más tarde en Madrid. En esa época realizó sus primeros viajes a León, a Asturias, al valle del Pas y al archivo de Simancas, recreados posteriormente en los cuadros de costumbres que publicó en el Semanario Pintoresco Español. Estos años de estudios en Valladolid fueron también los de la desamortización de Mendizábal. La desaparición de casas religiosas que supuso la medida, entre otras la del colegio de los Agustinos de Ponferrada, fue determinante en la formación del pensamiento moderado y católico de Enrique Gil y, junto a la lectura de Chateaubriand, inspiraría, más tarde, su novela El señor de Bembibre (1844).

 

En 1836, a pesar de la oposición familiar, se trasladó a Madrid con la intención de continuar allí la carrera de Leyes, que no llegó a terminar. Su moderantismo no fue obstáculo para que se relacionara enseguida con Espronceda y el grupo de poetas exaltados del Parnasillo, con los que compartía la concepción dinámica y romántica de la obra literaria. En 1837 ingresó en el recién creado Liceo, donde su poema «La gota de rocío», leído en público por Espronceda, le valió el reconocimiento literario y le abrió las puertas de la prensa, lo que le permitió vivir con cierta holgura. El año 1837 fue, sin embargo, aciago para Enrique Gil, que recibió sucesivamente la noticia de la muerte de su padre y de los hermanos Guillermo y Juana Baylina, a los que había estado muy unido en sus años de adolescencia en Ponferrada. Juana, que había sido el amor idealizado de su de juventud, sería a partir de entonces sublimada en poemas y relatos.

 

La triple tragedia de 1837 inspiró a Enrique Gil su primer texto narrativo, «Anochecer en San Antonio de La Florida» (1838), que apareció en El Correo Nacional de Andrés Borrego, del que se había convertido en asiduo colaborador. También había debutado en diciembre de 1838 en el Semanario Pintoresco Español con el poema «Fragmento». Su labor en el periódico de Mesonero Romanos se intensificó en 1839, año en que colaboró también en La Legalidad de González Bravo y en El Entreacto, donde apareció, uno de sus poemas civiles más famosos, «A la muerte del General Torrijos» (1839). En septiembre de 1839, con una incipiente tuberculosis, se vio obligado a abandonar Madrid y regresar a Ponferrada. Allí, durante la convalecencia en la casa familiar, escribió El lago de Carucedo y la importante crítica a las poesías de Espronceda. Ambos textos, cuya publicación por entregas se solapó en el Semanario Pintoresco Español, ponen de manifiesto la importancia atribuida por Gil y Carrasco a la novela histórica como expresión del siglo. Lo que ponía en práctica en El Lago de Carucedo, lo explicaba desde una perspectiva teórica en la crítica: «la única epopeya compatible con el individualismo de las naciones modernas es la novela tal y como la han entendido Walter Scott, Manzoni y algún otro».

 

En noviembre, ya de vuelta en Madrid, por intercesión de Espronceda, consiguió el puesto de ayudante de Martín de los Heros en la Biblioteca Nacional. Ya no escribía en El Correo Nacional, pero seguía vinculado a la prensa. En 1841, colaboró intensamente en El Pensamiento, el periódico de corta vida fundado por Espronceda, Eugenio Moreno, Miguel de los Santos Álvarez y Ros de Olano. Estuvo presente desde el primer número, en el que publicó la primera entrega de su estudio sobre Juan Luis Vives. Seguirían después trabajos históricos y literarios de distinta índole, entre ellos la crítica de los Romances históricos del Duque de Rivas. En 1842 murió Espronceda, al que Enrique Gil, que lo acompañó hasta el final, dedicó su último poema, «A Espronceda» (1842). Entonces estaba ya trabajando en su novela fundamental, El señor de Bembibre, cuyos materiales preparatorios, fruto de un viaje al Bierzo, publicó serializados en El Sol de Ríos Rosas con el título «Bosquejo de un viaje a una provincia del interior» (febrero-abril 1843). La novela, ilustrada, aparecería en 1844 en la Biblioteca Popular de Francisco de Paula Mellado. Este año 1843 colaboró también asiduamente en El Laberinto de Antonio Flores con la sección de críticas teatrales «Revista de la Quincena».

 

La caída de Olózaga y el nuevo gabinete González Bravo en diciembre de 1843 tuvo consecuencias importantes en la vida de Enrique Gil, amigo del nuevo ministro desde sus primeros tiempos en Madrid. Dispuesto a introducir cambios en política exterior, González Bravo quería reestablecer las relaciones diplomáticas con Prusia, rotas desde 1836 al haber apoyado los prusianos la causa sucesoria de don Carlos. Con este fin, Enrique Gil fue nombrado Secretario de Legación en Berlín, por lo que abandonó su puesto en la Biblioteca Nacional y se dedicó intensamente a estudiar alemán. A principios de febrero de 1844 emprendió un lento viaje por etapas hacia su nuevo destino, que incluyó una larga estancia en París. Al dejar la capital francesa, empezó la redacción de un diario, en el que reflejó, entre otras cosas, su particular reconstrucción del periplo del Childe Harold de Byron a lo largo del Rhin. Ya en Berlín, Enrique Gil se relacionó estrechamente con la aristocracia prusiana. Fue amigo de Alexander von Humboldt y trató al rey Carlos Federico, a quien regaló un ejemplar de El señor de Bembibre. Pero el escritor estaba ya muy enfermo y, a principios del verano de 1845, tuvo que viajar a los baños de Reinerz, en Silesia. La estancia no le sentó  bien y regresó a Berlín, donde, tras un otoño y un invierno muy duros, falleció el 22 de febrero de 1846. Fue enterrado el 26 en el cementerio berlinés de Santa Euduvigis.

 

Enrique Gil y Carrasco publicó asiduamente en el Semanario Pintoresco Español de Mesonero Romanos desde diciembre de 1838 hasta agosto de 1840. Las colaboraciones pueden dividirse en tres grupos: cuadros de costumbres, que aparecieron en la sección «Usos y trajes provinciales» (1839); poemas, entre ellos el emblemático «La violeta» (1839); estudios histórico-arquitectónicos en la sección «España pintoresca» (1839); crítica literaria sobre la poesía de Zorrilla y la de Espronceda;  una «Revista teatral» (1839), donde comenta el Don Álvaro del Duque de Rivas, Doña Mencía de Hartzenbusch y Cada cual con su razón de Zorrilla; el relato serializado «El lago de Carucedo» (1840), una síntesis de novela sentimental y novela histórica que puede considerarse el laboratorio de pruebas de su obra fundamental, El señor de Bembibre (1844). Póstumamente, el Semanario Pintoresco Español de Fernández de los Ríos publicó «Una visita al Escorial» (1852) y el poema «En sus días» (1853).

 

De 1 de noviembre de 1843 a 1 de abril de 1844, Enrique Gil se hizo cargo de la «Revista de la Quincena» de El Laberinto, sección que consagró, sobre todo, a los estrenos teatrales. Al margen de estas colaboraciones regulares, en 1844 publicó en ese periódico un comentario crítico exhaustivo, con numerosas transcripciones del original, de los Bosquejos de España (Sketches in Spain) del capitán Cook y dos reportajes de un viaje a Francia, el primero en forma de carta al director.

 

 

Cuentos

 

Enrique Gil, «El lago de Carucedo. Tradición popular», Semanario Pintoresco Español, 29 (19 de julio de 1840), pp. 228-229; 30 (26 de julio de 1840), pp. 235-239; 31 (2 de agosto de 1840), pp. 242-247; 32 (9 de agosto de 1840), pp. 249-255.

 

Otras colaboraciones

 

(Al final de los artículos publicados sin firma se consignan las siglas de los investigadores que han identificado las colaboraciones del autor: Enrique Miralles [E.M.])

 

Enrique Gil, «Fragmento», Semanario Pintoresco Español, 142 (16 de diciembre de 1838), p. 814. [«Mujer, fueron los días de mi gloria...»]

Enrique Gil, «Poesía. El cautivo», Semanario Pintoresco Español, 5 (3 de febrero de 1839), pp. 39-40. [«Callada la noche está...»]

Enrique Gil, «Usos y trajes provinciales. Los maragatos», Semanario Pintoresco Español, 8 (24 de febrero de 1839), pp. 57-60.

E. G., «Crítica literaria. Las poesías de don José Zorrilla. Juicio de esta obra», Semanario Pintoresco Español, 9 (5 de marzo de 1839), pp. 69-71.

Enrique Gil, «La violeta», Semanario Pintoresco Español, 14 (7 de abril de 1839), p. 111. [«Flor deliciosa en la memoria mía...»]

E. G., «Usos y trajes provinciales. Los montañeses de León», Semanario Pintoresco Español, 15 (14 de abril de 1839), pp. 113-115.

E. G., «Usos y trages provinciales. Los asturianos», Semanario Pintoresco Español, 19 (12 de mayo de 1839), pp. 145-147.

E.G., «España pintoresca. San Marcos de León», Semanario Pintoresco Español, 23 (9 de junio de 1839), pp. 177-179.

Enrique Gil, «Poesía. Impresiones de la primavera», Semanario Pintoresco Español, 25 (23 de junio de 1839), pp. 199-200. [«Otra vez en los árboles las hojas...»]

E. G., «Usos y trages provinciales. Los pasiegos», Semanario Pintoresco Español, 26 (30 de junio de 1839), pp. 201-203.

E. G., «España pintoresca. El castillo de Simancas y descripción del Archivo General del Reino», Semanario Pintoresco Español, 38 (22 de septiembre de 1839), pp. 298-231.

Enrique Gil, «Revista teatral», Semanario Pintoresco Español, 43 (27 de octubre de 1839) pp. 342-344; 44 (5 de noviembre de 1839), pp. 348-349.

Enrique Gil, «Crítica literaria. Las poesías de don José de Espronceda», Semanario Pintoresco Español, 28 (12 de julio de 1840), pp. 221-224; 29 (19 de julio de 1840), pp. 231-232.

Enrique Gil, «Revista de la Quincena», El Laberinto, I, 1 (1 de noviembre de 1843), p. 13; 2 (16 de noviembre de1843), p. 26; 3 (1 de diciembre de 1843); 4 (16 de diciembre de 1843), pp. 55-56.

Enrique Gil, «Revista de la Quincena», El Laberinto, I, 5 (1 de enero de 1844), pp. 67-68; 6 (16 de enero de 1844), p. 83; 7 (1 de febrero de 1844), pp. 95-96; 8 (16 de febrero de 1844), p. 111; 9 (1 de marzo de 1844), pp. 125-126; 10 (16 de marzo de 1844), p. 139; 11 (1 de abril de 1844), pp. 153-154. [Sin firma la entrega del nº 8]. [E.M.]

[Enrique Gil], «Literatura extranjera. Bosquejos de España (Sketches in Spain) por el Capitán S.E. Cook, de la marina inglesa», El Laberinto, I, 10 (16 de marzo de 1844), pp. 128-130; I, 11 (1 de abril de1844), pp. 140-143; I, 12 (16 de abril de 1844), pp. 157-159. [Solo aparecieron firmadas las entregas de los nºs 11 y 12]. [E.M.]

Enrique Gil, «Viajes», El Laberinto, I, 20 (16 de agosto de 1844), pp. 276-278.

Enrique Gil, «Rouen», El Laberinto, I, 22 (16 de septiembre de 1844), pp. 300-303.

Enrique Gil, «Una visita al Escorial», Semanario Pintoresco Español, 27 (4 de julio de 1852), pp. 209-212.

E. G., «En sus días», Semanario Pintoresco Español, 43 (23 de octubre de 1853), p. 344. [«Vuela, vuela, cefirillo...»]

 

Teresa Barjau

 

Bibliografía

Gullón, Ricardo, Cisne sin lago, Lancia, Diputación Provincial de León, 1989 (1951).

Picoche, Jean-Louis, Un romántico español: Enrique Gil y Carrasco (1815-1846), Gredos, Madrid, 1978.

 

 

 

 

 

 

 

 

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