Título: | «Donde las dan las toman» |
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Variantes del título: | |
Autor: | Diana, Manuel Juan |
Revistas: | El Laberinto, II, 11,13 (1 de abril de 1845; 1 de mayo de 1845), pp. 164-166, 203-204. |
Volúmenes: | |
Variantes: | |
Resumen: | Una mañana se halla don Roque en su sastrería junto a los oficiales cuando escucha la voz de un joven que aparece atribulado en su establecimiento. El muchacho le declara que procede del interior de la casa, concretamente de la habitación de su hija. El asombro de don Roque va en aumento cuando el joven añade que también ha hablado con Adela, su mujer. El sastre no entiende nada y le advierte que se aclare. Ricardo le manifiesta que realmente había ido a su local a encargar algunas prendas porque no habían atendido anteriormente a sus recados. Puesto que desconocía cómo llegar, Adela al verlo, le indicó el lugar exacto que buscaba pero se confundió al entrar en el comercio. Don Roque se serena y empieza a tomarle las medidas al muchacho para proceder a su encargo. En seguida se sobresalta de nuevo al observar que Ricardo lleva un colgante con un retrato de su mujer en una cara y el de su hija en la otra. El sastre se lo arranca rápidamente y le pide, de nuevo, explicaciones. Ricardo, lo primero que dice es que Carolina no es su hija. De pronto aparecen Adela y Carolina en el establecimiento y la joven, al ver a Ricardo, emite un grito. Don Roque, totalmente confundido, le pregunta que por qué lleva un retrato de su mujer y de su hija, por qué enmudecen Adela y Carolina cuando lo ven y por qué dice que Carolina no es su hija. Ricardo le confiesa que ama a Carolina y que se conocieron un tiempo atrás en un viaje. Don Roque se lleva aparte a Ricardo para que le esclarezca su historia. Mientras Carolina viajaba con su tía Dolores a Francia, coincidió con Ricardo en una posada. Casualmente el joven se equivocó de habitación y por error abrió la estancia de Carolina. Al conocerla, el muchacho se queda prendado de la joven y cambia su billete para tomar la misma diligencia para continuar con ella en su viaje. Ricardo permanece dos horas en el taller del alfayate relatando su historia con Carolina y don Roque parece serenarse. Finalmente, el muchacho abandona la sastrería. Carolina sube a su habitación y le aborda la tristeza al pensar que está prometida con Enrique, un hombre al que no ama, pero al que cree que no puede rechazar. En ese momento le escribe una carta a Ricardo al que trata de “usted”, donde le explica su situación y que la única persona que los puede ayudar es su tía Dolores, que se halla en Albacete. Guarda la carta y, al asomarse por la ventana, ve a Ricardo esperando fuera y lo requiere. El enamorado sube a su habitación y se declaran su amor. Don Roque y Adela aparecen en el cuarto de su hija y el padre no concibe que su hija le dé esperanzas a Ricardo si está comprometida con Enrique. La muchacha le confiesa que ella realmente ama a Ricardo y que nunca le había expresado sus sentimientos a Enrique. Desde que conoce a Ricardo, la joven sabe que Enrique le ha intentado jugar algunas malas pasadas. Ese mismo día habían quedado para batirse ambos en duelo y tanto Carolina como Ricardo sospechan que Enrique no va a jugar limpio. Ricardo ve la carta inconclusa y olvidada encima del escritorio de Carolina y le pide que se la entregue y que escriba en el sobre el nombre de Enrique. Ricardo ve que tiene la oportunidad de vengarse de Enrique y de casarse con Carolina. Carolina le arroja la carta a Enrique desde su ventana, quien también aguarda en la calle para verla. Enrique lee la carta y le pide a su cochero que lo lleve urgentemente hasta Aranjuez para poder coger los caballos más veloces y así, poder llegar lo más pronto posible a Albacete, donde vive la tía de Carolina. Lo que Enrique no sabe es que doña Dolores, en ese momento, estaba yendo en dirección a Francia, y que cuando regrese a Madrid con ella, Ricardo y ella estarán ya casados, perdiendo cualquier posibilidad de casarse con Carolina. |
Temas, motivos y tipos: | Amor secreto. Rivalidad amorosa. El burlador burlado. Matrimonio. |
Aspectos formales: | Para transmitir la historia, el autor se vale de un narrador omnisciente que aparece en primera persona al inicio del relato. Este agente narrativo juega con el lector al esbozar dos posibles historias que puede narrar; sin embargo, elige la primera que ha planteado y a partir de ese instante, adopta la tercera persona del singular y se sitúa aparentemente fuera de los acontecimientos que va a presentar. El relato se presenta con dos capítulos con números romanos, con título y un subtítulo. El primer capítulo se inicia con el número romano I y, en la segunda entrega, con el capítulo IV. Concluye el relato con un breve “epílogo”. El relato sigue una estructura secuencial y los acontecimientos se organizan en tres fases: introducción, nudo y desenlace. Los sucesos se enmarcan en un espacio y en un tiempo muy concretos. Las acciones de los personajes tienen lugar en la casa y en la sastrería de don Roque en Madrid. Los acontecimientos se desarrollan en poco tiempo (de hecho, unas horas) y siguen un orden lineal excepto cuando aparece alguna analepsis. El cuento de Diana destaca por el tono cómico de las primeras escenas y por una eficaz caracterización de los personajes. En el relato hay un peso específico y contundente del diálogo, por encima de la narración, por ende, los personajes quedan prontamente retratados por sus palabras, a la vez que por sus acciones. |
Sección: | |
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Clasificación genérica: | Humorístico. Sentimental. |
Pepi Jurado Zafra |