Título: | «La casa del Duende y las rosas encantadas. Cuento» |
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Variantes del título: | |
Autor: | Giménez Serrano, José |
Revistas: | Semanario Pintoresco Español, -, 38, 39, 40 (23 de septiembre de 1849; 30 de septiembre de 1849; 7 de octubre de 1849), pp. 303, 308-311, 317-319. |
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Resumen: | En el reino de Murcia vivía hace tiempo un pobre jornalero llamado Pero Ansúrez, que habitaba en una cueva con su esposa y la hija de ambos, Isabel. Al morir la mujer, Pero Ansúrez y la niña se echaron al camino en busca de fortuna. Caminaron día tras día y llegaron a Granada la noche de las Ánimas. Las calles, que les parecieron un intrincado laberinto, estaban desiertas y oscuras, salvo una luz tenue que creyeron que era la de un mesón. Se trataba, sin embargo, del estudio de un clérigo con trazas de alquimista, que vivía con un gato y una serpiente. El sacerdote era caritativo y les ofreció cobijo por una noche, porque Isabel tenía fiebre, y, al cabo, decidió hospedarlos definitivamente para salvarlos de la pobreza. El narrador retrocede aquí para contarnos que el benefactor era el doctor Graciano, un sabio eminente que había viajado por todo el mundo, el cual, por defender la causa de los moriscos, había pasado mucho tiempo en las cárceles de la Inquisición. Al salir, Graciano se había retirado a la misteriosa casa del Duende de Granada, cerca de Torres Bermejas. La superstición local creía que el edificio estaba encantado. Se trataba, en realidad, de uno de los más bellos cármenes del Albaicín. Su jardín y su huerto, cuidados por Pero Ansúrez, pronto se convirtieron en un soberbio vergel. Graciano, enfermo, fue cuidado hasta el final por Ansúrez y su hija, a los que nombró herederos universales. Cuando murió el clérigo, Isabel era ya una muchacha de catorce años, melancólica y muy bella. Una vigilia de San Juan, la joven oyó decir a las vecinas que la casa de Graciano estaba encantada. Por temperamento, era propensa a creer en supersticiones populares. Así que aceptó como algo natural que al dar las doce se le apareciera un mancebo negro que le ofreció un cesto de manzanas y otro de rosas de Alejandría. Isabel aceptó el presente y, al despertar por la mañana, descubrió que, junto a una bella rosa natural, se apiñaban otras, cuajadas de oro y perlas. Las rosas resultaron inagotables y muy pronto padre e hija se convirtieron en los más ricos de Granada. Isabel había trabado además una estrecha relación con el joven negro, con el que se reunía en el jardín cada noche. Ambos se amaban tiernamente como dos hermanos inocentes. Debido a sus riquezas, Isabel fue muy pronto solicitada infructuosamente por lo mejorcito de la ciudad. Un día, sin embargo, llegó un nuevo pretendiente, una especie de Tenorio llamado don César de Toledo. Era atractivo y conversador e Isabel empezó a olvidar a su amigo negro. El pobre mancebo languidecía sin su joven amiga, la cual fue espaciando las visitas hasta desaparecer. La víspera de su boda con don César, Isabel sintió nostalgia y quiso visitar al negro, como había hecho tantas veces. Pero pasaron las horas y el joven no acudía. Isabel, entonces, lloró sobre la rosa de Alejandría. En aquel momento, su viejo amigo irrumpió en la estancia desde dentro de un espejo y le dijo que estaba tocado de muerte. A las súplicas y lágrimas de la joven, el negro replicó que solo podría salvarse si ella rompía su promesa de matrimonio con un hombre que no la merecía, pues era un truhan y un vividor. Isabel se avino al sacrificio y puso su destino en manos del misterioso ser. Por la mañana, cuando don César y sus amigos acudieron al carmen a recoger a la novia, solo hallaron las ruinas miserables donde había vivido el doctor Graciano. Deshecha la boda, padre e hija tuvieron que vender sus bienes para sobrevivir. Don César, por su parte, acosado por los acreedores, se enroló en un barco genovés que fue asaltado por piratas argelinos. Cautivo, fue conducido primero a Argel y luego a Constantinopla. Allí, cantaba sus melancolías en el jardín del Serrallo, junto a las aguas del Bósforo. Un día, don César oyó la voz de una mujer encerrada y se prendó de ella. Gracias a una intriga de la bella, el pobre cautivo pudo acceder al interior del serrallo y rescatarla, pues el eunuco que la custodiaba había sido asesinado. La joven, que era griega y hablaba en toscano, huyó de su prisión con un cofrecillo de joyas que había de labrar la fortuna del toledano. Los prófugos llegaron juntos a Venecia y, de allí, viajaron a Granada, donde compraron el carmen del doctor Graciano para convertirlo en su hogar conyugal. Para encubrir su deslealtad, César había proyectado que su nueva novia llevara al altar un traje idéntico al que tenía que haber llevado Isabel. Confiaba, de este modo, en hacer creer que la muchacha griega era su antigua prometida, a la que se había vuelto a unir. El día de la boda, la muchedumbre se agolpaba en el carmen de los futuros esposos. Confundida entre la masa, estaba Isabel, vestida pobremente. La joven bajó a su antiguo jardín, que no reconoció. Sin embargo, descubrió en él un solitario rosal en el que florecía una única rosa de cien pétalos. Entonces, besó la rosa y, enseguida, se materializó el mancebo negro y se transformó en un hermoso príncipe, liberado por fin de un atroz encantamiento. Isabel y el príncipe se casaron. Otro tanto hizo don César con la griega, al fin escarmentado. |
Temas, motivos y tipos: | Pobreza. Viaje. Noche de ánimas. Clérigo. Seres mágicos. Ayudantes sobrenaturales. Fiesta tradicional. Don Juan. Amor. Sacrificio. Rescate. Metamorfosis. Boda. |
Aspectos formales: | Narración estructurada externamente en cuatro partes, que responde -aunque torpemente- al principio de variedad en la unidad, por lo que en muchos momentos se aproxima a la novela. Un narrador omnisciente organiza un relato secuencial con una única retrospección. La historia, a veces construida sobre un viaje, se dilata en el espacio y en el tiempo y recurre frecuentemente a la elipsis para generar suspense. Domina el personaje femenino, pero el protagonismo es cambiante. Tienen especial importancia las descripciones pintorescas de Granada, del jardín del carmen junto a Torres Bermejas y del jardín del serrallo junto al Bósforo. |
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Clasificación genérica: | De aventuras. Histórico. Maravilloso. Oriental. |
Teresa Barjau |