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José María de Pereda 

 

José María de Pereda (Polanco, 6 de febrero de 1833-Santander, 1 de marzo de 1906) fue el último de los más de veinte hijos del matrimonio entre Juan Francisco de Pereda y Bárbara Sánchez de Porrúa. La familia prosperó gracias al talento y arrojo del hijo mayor, Juan Agapito, quien con 18 años emigra a América, donde tras larga estancia volverá con una considerable fortuna.

Cuando Pereda tiene diez años, la familia se traslada a Santander para poder atender mejor a la educación de los pequeños. En 1844 ingresa en el Instituto Cántabro. Acabados sus estudios aquí, decide hacerse artillero, para lo cual tendrá que viajar a Madrid. En el verano de 1852 llega a la capital. La carrera le interesa poco. Dedica el tiempo a la lectura de novelas y a la asistencia a representaciones teatrales (Ventura de la Vega, Tamayo y Baus). El poco entusiasmo que muestra por los estudios y el desagrado del ambiente político madrileño le llevan a volver a Santander.

Al poco de llegar, fallece su madre. Pereda tiene apenas 22 años; se siente desamparado y aparecen los primeros síntomas de una neurosis que periódicamente le afectará; más que en su padre, encuentra ayuda afectiva en el primogénito, Juan Agapito, de quien le separan casi treinta años. Para curarse de la enfermedad, viaja a Andalucía en el invierno de 1857.

A la vuelta, empujado por su hermano, empieza a colaborar en la prensa local.

En agosto de 1862 muere su padre. A partir de este momento su vida transcurrirá entre Polanco y Santander.

Por estos años se representan varias obras de teatro y alguna zarzuela (el inicio de esta actividad se remonta a los años madrileños), pero la primera publicación ajena a las tablas aparece en La Abeja montañesa; al principio sólo firma con la inicial o con el anagrama «Paredes». Andando el tiempo estos cuentos formarán su primer libro: Escenas montañesas (1864). El libro tuvo poco eco en Santander, mientras desde Madrid Hartzenbusch, Mesonero Romanos y Antonio Flores le escribieron felicitándole.

A raíz de la publicación de su primer libro, empieza a firmar sus colaboraciones.  Una de las primeras fue Los zánganos de la prensa aparecida en La Abeja en julio del 64.

Viaja a París. Es su primera salida al extranjero. La capital francesa no le gusta: la encuentra demasiado mundana.

En el Ateneo santanderino lee algunos de sus relatos, con éxito escaso. Decide publicar los siguientes en revistas ajenas a la capital: El Almanaque de las dos Asturias y la Revista de España.

En los meses previos a la revolución del 68, él y sus amigos de la tertulia «La Casuca», resucitan una revista satírica que ellos mismos habían iniciado años antes: El tío Cayetano.

En abril de 1869 se casa con Diodora de la Revilla.

Es propuesto como candidato por Santander del Círculo Tradicionalista (carlista) en las cortes convocadas por Amadeo de Saboya. Resultará elegido diputado por Cabuérnigo. Se traslada de nuevo a Madrid.

A principios de 1870 fallece su hermano y mentor Juan Agapito.

Tras el viaje electoral aparece su segundo libro, Tipos y paisajes (1871), segunda parte de las Escenas.

En Santander conoce y entabla profunda amistad con Galdós, que ha ido hasta la capital movido por la lectura de sus relatos montañeses. Al poco publicará Galdós en El Debate una reseña de su segundo libro. Durante este mismo período se inicia su relación con Menéndez Pelayo, pese a la importante diferencia de años. Con don Benito realizará algún viaje por España.

Pereda da al público sus Bocetos al temple (1876), resuelta incursión en aguas de la novela: se trata de tres narraciones en las que, además del observador aparece también el hombre imaginativo. El más extenso de estos relatos, El hombre de pro, está parcialmente basado en su experiencia electoral y política. Sólo sus amigos Galdós y Menéndez Pelayo se hacen eco del libro.

La publicación de Gloria (1877) suscita una polémica ideológica con don Benito, que se resuelve gracias al espíritu liberal y comprensivo de ambos.

Publica El buey suelto (1877), réplica literaria de algunas obras de Balzac, escritor al que admira. Cuando ya parece que nadie se va a ocupar de la obra aparece una crítica de Clarín, larga pero poco positiva.

Vuelve la neurosis (que él llama «el pájaro»), aunque su familia no le hace demasiado caso.

Los años que siguen son los de plenitud. Del 78 al 91 publicará once novelas entre ellas las más características y reveladoras de su genio. De escritor local o regional se convertirá en autor aclamado en toda la península y muy especialmente en Cataluña.

De todas formas, nunca deja de complacer al lector con la edición o reedición de sus cuentos (o cuadros, como él les llamaba), entre costumbristas y realistas. Además de los ya citados (Escenas montañesas, Tipos y paisajes, Bocetos al temple y Tipos trashumantes), en 1881 publicará, convenientemente refundidos o reescritos, la recopilación Esbozos y rasguños.

En cuanto a las novelas, la primera de esta etapa es Don Gonzalo González de la Gonzalera, fechada en septiembre de 1878 y donde el autor vuelve los ojos diez años atrás, es decir a la revolución del 68. Le sigue De tal palo tal astilla, (1880) que es una respuesta novelesca a Gloria.

Un par de novelas fueron editadas excepcionalmente en Cataluña: El sabor de la tierruca (1882), en la prestigiosa colección “Arte y Letras” y Al primer vuelo (1891), impresa por Henrich en la serie dirigida por Yxart, ambas ilustradas por Apeles Mestres.

Los problemas en la distribución del primero de éstos le deciden a confiar en Tello y en Victoriano Suárez para la edición de sus libros, que a partir de cierto momento toman la forma de «Obras Completas». El primer volumen de esta serie llevará un extenso estudio de su amigo Menéndez Pelayo.

En 1883 sale a la luz Pedro Sánchez, escrita como respuesta a La cuestión palpitante. Dos años más tarde (1885), Sotileza; en enero de 1888 La Montálvez, mal recibida por la mayoría de los críticos, incluso por sus fieles, como don Marcelino. En 1890 se imprime La puchera, de nuevo ambientada en su valle natal. Nubes de estío aparece a principios de 1891; este libro provocó una agria polémica con la Pardo Bazán, en parte por sus ataques al mundo periodístico madrileño.

Llegamos así al año 1893 uno de los más desventurados para Pereda. Sobre todo por el suicidio de su hijo, mientras lleva más que mediada la que será su última gran novela, Peñas arriba, pero también por la gran desgracia del vapor Cabo Machichaco (cuya explosión en la bahía de Santander provocó medio millar de muertos y multitud de heridos; Pereda lo novelará en Pachín González).

Peñas arriba, considerada por muchos su mejor obra, saldrá finalmente en 1895. En poco tiempo se venden 4.000 ejemplares

Los años que le restan se repartirán entre las reediciones de los volúmenes de las obras completas y los honores. Así en 1897 entrará en la Academia, muy poco después que su amigo Galdós, quien se encargará de contestar su discurso.

Fallece el 1 de marzo de 1906 a los 73 años.

Pereda sólo escribió para El Museo Universal las dos colaboraciones reseñadas, «La Robla» y «A las Indias«. Se trata de sendos cuadros costumbristas. El primero, de pretensiones antropológicas, da fe de una costumbre de los tratantes de ganado; el segundo trata el tema de la emigración a América.

 

Cuentos

 

Pereda, José María de, «La Robla», El Museo Universal, VIII, 39 (25 de septiembre de 1864), pp. 309-311.

Pereda, José María de, «A las Indias», El Museo Universal, VIII, 48 (27 de noviembre de 1864), pp. 382-383; 49 (4 de diciembre de 1864), pp. 389-390.

 

Joaquim Parellada

Bibliografía consultada

 

Baquero Goyanes, Mariano, El cuento español en el siglo XIX, CSIC, Madrid, 1949, p. 409.

Bonet, Laureano, «Prólogo» a José María de Pereda, La leva y otros cuentos, Alianza editorial, Madrid, 1970.

Bonet, Laureano, «Prólogo» a José María de Pereda, Peñas arriba, Galaxia Gutenberg, Madrid, 2006.

Gullón, Ricardo, Vida de Pereda, Editora Nacional, Madrid, 1944.

Montesinos, José F., Pereda o la novela idilio, Castalia, Madrid, 1969.

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